Guatemala como muchos de los llamados países tercer mundistas, comparten el mismo sistema político en donde el esquema es similar a una gran finca, en donde existen los dos grandes protagonistas; los poderosos hacendados y los miserables mozos.

Los primeros viven en un mundo donde no hay hambre ni peligros, pero lo más importante es que la visión que tienen del mundo solamente es lo que representa su cosmovisión. Esta oligarquía o sectores poderosos, como se acostumbra llamarlos, podrán tener toda la riqueza material que pueda imaginarse, pero generalmente poseen una carencia abismal en conciencia especialmente en consciencia social. Aunque esto viene de tiempos coloniales tiene contemporaneidad con los problemas actuales.

Esto determina en los segundos protagonistas de esta historia, las clases sociales medias y bajas, una tamaña desigualdad en comparación con los poderosos. Se calcula que en estos países el 85% de la riqueza le pertenece al 15 % de la población. Por tal razón podemos dividir este 15% en dos grupos, la oligarquía o poderosos de siempre y la clase política.

La clase política es la encargada de vender la imagen de pueblo o país, es decir dirigir el etado y la oligarquía de permanecer en un seudo anonimato, en la mayoría de casos, pero sangrando al pueblo a través del cobro de facturas a la clase política por lo cual no es extraño los discursos y acciones populistas de los últimos gobiernos, que pretender compararnos como un rebaño embrutecido, engañándonos vilmente, con el ridículo teatro del enfrentamiento contra la oligarquía en defensa de las clases sociales desposeídas.

En esta dimensión de cosas, la seguridad, la educación y la salud, en el caso Guatemala, son los temas más manipulados y no porque sea lo mas importante para el pueblo si no porque, un pueblo seguro (sin miedo o terror), educado y sano, jamás podrá ser manipulado como un rebaño embrutecido.

La clase política y la oligarquía tienen seguridad, educación en los mejores centros y nunca viajarán en los buses de la muerte, y sólo utilizan servicios médicos privados.

La pestilente clase militar, por semántica no se puede decir de otra forma, representan los perros guardianes a cambio de mantener un estatus; porque su papel histórico como en muchos países, ha sido un adorno, que no decora nada sino se consume una alto porcentaje del presupuesto general de la nación. Con la ola de violencia que nos azota los hemos visto visto andar en grupos, como cuidándose a sí mismos y a los panzones generales, como dijo Otto Rene castillo “Orinando los muros de la patría”.

De donde sacarán los mareros las granadas, es fácil imaginarlo. Por qué se persiguió con la más vil saña al estudiantado en el período del conflicto armado, ¿Por qué éramos comunistas? Eso sólo lo puede decir alguien que tiene mierda en la cabeza. Fue porque fuimos los únicos, que sin armas y con el solo propósito de denunciar las tragedias que igualmente ahora nos azotan, nos atrevimos a pronunciarnos. Nosotros solo manifestábamos a favor del pueblo que somos todos, y sin embargo nos desaparecían, torturaba o asesinaban.

Pero hoy los mareros y toda esa peste humana asesinan a Guatemala todos los días y por eso la clase militar permaneces en silencio porque ellos lo hicieron también.

Como soy médico, sólo puedo terminar diciendo que inevitablemente tengo que tener la concepción que esto es un gran teatro contextualizado en todo lo anteriormente dicho; que los problemas de salud no se pueden solucionar haciendo el show de supervisar un hospital a las 5 de la madrugada para ver los problemas que harto se saben, atrasando la atención de tanto enfermo de la consulta externa, hasta que la seguridad de la persona más valiosa del país permitió se continuar con las actividades del hospital

El Ministerio de Salud no podrá mejorar nunca con el 0.9% del producto interno bruto, producto de todo el análisis antes señalado